sábado, 30 de mayo de 2009

That Stench

I wasn’t sure of what had to be done. There she was, lying hopeless, vulnerable, like a gutted pig. Blood all over, and that stench. It was a mix of the smell of humidity, butcher shop, and that of the inside of a forgotten, old fridge. I’ve always appreciated the most exotic aromas. The most unpopular of them all. The most underestimated. I love to smell the old, leather-covered books; the fresh paint over cement; the smell of a skunk at the distance in the road, where it mixes with the unpolluted air, and the scent of herbs, and trees, and loneliness; the smell of my bed: virginal, dusty, old. It smells like my evolution. The dead layers of my skin now inhabit its surface. The other I’s.

Who was I? I know my bed stores my many lives. But I can’t recall any complete episode of my life. I just recall specific actions, frozen situations. I recall things just as photographs. Who was I at ten? What were my goals? What smells did I like back then? What did I like back then? I remember the exact moment in which, impulsively, I grabbed that girl Karla’s ass in the middle of the class. I was 17. What a beautiful ass. I remember every single detail about it. The wrinkles in her skirt, the way it adhered to her body so I could see that perfect shape. It was a squared skirt. Red, black, and white. It looks just like this one. Only that this one is a little larger. Karla used to wear short skirts. She knew anybody would kill to have her. Karla didn’t use a pink backpack either. And Karla had breasts. And Karla didn’t have braces. And Karla was beautiful. She looked like she would smell deliciously.

I can only imagine she would smell like this room. Sweet, strange, misunderstood. She could smell differently now. But I don’t think so. She was beautiful. The most beautiful of all humans must smell like this. A smell that has the power to inspire, to fulfill, to complete. Could it also have the power to redeem? To surprise? A smell like the one I’m inhaling, tasting, and feeling in this precise moment. A smell that could be described as a mix of skunk at the distance with unpolluted air, old books, fresh paint, loneliness, humidity, butcher shop, and the smell of the inside of a forgotten, old fridge.
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Short-Short Story para clase "Style" en la VFS.

miércoles, 20 de mayo de 2009

No Te Salves

Me enteré por ahí que Mario Benedetti murió. Me dispongo a rendirle homenaje publicando uno de sus poemas. En particular tiene un valor especial, pues me lo envió mi jefe en RT&A cuando me despedí de toda la banda. Creo que es genial y versátil.

No me declaro un ávido lector de Benedetti. Espero, sin embargo, conocerle mucho más.


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NO TE SALVES
De Mario Benedetti

No te quedes inmóvil al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca.
No te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer lo párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo.

Pero si
pese a todo
no puedes evitarlo,
y congelas el jubilo,
y quieres con desgana,
y te salvas ahora,
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo,
y dejas caer los párpados
pesados como juicios,
y te secas sin labios,
y te duermes sin sueño,
y te piensas sin sangre,
y te juzgas sin tiempo,
y te quedas inmóvil
al borde del camino,
y te salvas,
entonces
no te quedes conmigo.

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Espero les haya gustado y les incite (como a mí) a adentrarse en la literatura de uno de los grandes escritores latinoamericanos.

lunes, 11 de mayo de 2009

When The Music´s Over

¿Es que hay algo más triste que el fade out siniestro de una canción? Por eso Elvis es el rey. Supo llevarnos de un clímax melódico a una tristeza aguda para después llevarnos a otro clímax que raya en lo milagroso con su Suspicious Minds. También está el silencio abrupto de una canción. ¿Hay cosa más hostil y desesperanzadora? Está de más aclarar que hablamos de buena música, sea lo que sea que esto signifique para cada quien. Es como si nos robasen el viaje a lo onírico, al oasis, al blue bus, al yellow submarine, a la highway 61.

Hay pocas cosas que nos pueden poner en un estado mental tan agitado, tan primitivo, tan estúpido, tan iracundo, tan vulnerable, tan elocuente, tan articulado, tan oxidado, tan visceral, tan lúcido, tan completo. En las drogas hay uppers, downers y alucinógenos. En la música las posibilidades son infinitas.

Pero si se acaba una canción para dar paso a otra igual de excitante, entonces todo está bien. Si un disco recorre su natural trayecto entre vereda y vereda aunque no siga el camino amarillo, pero al final de cuentas llegue a la tierra de Oz, todo está bien. Cuando se acaba ese disco, sin embargo, vuelve ese sentimiento de vacío. Y entonces empieza la eriza.

Y luego llegaron los ipods. Y con ellos la música se vuelve un acompañante a veces anónimo, pero acompañante al fin de cuentas. Y te enganchas como nunca antes a su compañía. Es que esos aparatos sobrevaluados, de moda, grandiosos, te dan la oportunidad de tener una tangible banda sonora de tu vida. La banda sonora de tu vida, de tu caminata, de tu peda, de tu cogida, de tu cena, de tu escritura. La banda sonora de tu esencia. Y de repente, ante tus ojos incrédulos, Robson St. en Vancouver se convierte en una calle Nashvilesca cuando empieza “Cocaine Blues”; en una calle Madrileña cuando llega, furiosa, “Yo Me Bajo En Atocha”; y hasta en una calle del centro de Monterrey cuando se deja escuchar, sutil, urgente, embriagante, “Las Tres Tumbas”.

Cuando la música se acabe… apaguen las luces. Que el Armagedón no llegó como un incendio global, ni como una gran sequía, ni como un meteorito del tamaño de Texas estrellándose contra la Tierra. Es silencio.

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Fecha original de redacción: Lunes 4 de Mayo de 2009.
10:28PM

jueves, 7 de mayo de 2009

No Me Arrepiento De Lo De Ayer

He oído que la noche es toda magia, y que un duende te invita a soñar.

Un ser que está más allá del bien y el mal. Quizás es el espíritu de los grandes solitarios. El espíritu de los Allan Poes, de los Van Goghs, de los Sabatos, de los Travis Bickles… Es una criatura que no conozco, que no he visto. Pero ahí está. Lo siento. Sé que está a mi lado cuando duermo. Sé que huye de las bestias de concreto, fierros y vidrios de afuera para refugiarse a mi lado. Esas bestias que vigilan cada paso que das en su territorio. Esas bestias que te transforman. Pasas de contemplarlas a ser contemplado. Son celosas y son rencorosas. Y son magníficas y son terribles. El duende quizás se alimenta de ellas poco a poco. Como un parásito, se mete en las entrañas de cada una de las bestias y se alimenta de sus adentros.

Sí. El duende no huye de ellas. Las usa.


El duende, que es un noble solitario, me brinda compañía a partir del crepúsculo. Me deja solo, vagando, divagando y luchando durante el día. Y después, cuando cae la noche, es toda magia. Y realmente me invita a soñar.

Y al día siguiente a volver a vagar, divagar y luchar. Otra vez a ser observado por las bestias de concreto, fierros y vidrios. Les das la oportunidad de dominarte. Sabes que, en ese momento, alguien trabaja a tu favor.

Y sonríes por dentro. Y los semáforos se ponen en verde. Y la mejor rola para ese momento específico de tu día se empieza a escuchar. Y el duende, solo, trabaja a tu favor. Y tienes el recuerdo clarísimo de los sueños de la noche anterior como prueba sin contrincante.

Y te sientes tan fuerte que piensas que nadie te puede tocar.


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Fecha original de redacción: Jueves 30 de abril de 2009
10:50PM

martes, 5 de mayo de 2009

Arrival, Acceptance, Income

Un extraño paisaje llenaba mi campo visual. Una mezcla de ríos, montones de tierra, montañas con cimas nevadas y el Pacífico extendiéndose rumbo al Japón, Alaska y demás lugares exóticos. Después se acabó la vista panorámica para dar paso a una jauría de árboles y pinos que avanzaban ferozmente hacia la izquierda, en primer plano. Unas tímidas casas también se dejaban ver. Pero la velocidad era constante. Golpeteo.

Inmigración. No tengo manera de demostrar que me puedo mantener en Canadá por un año. Me lo advirtieron durante todo el proceso. Sabía que era una de las cosas que más le preocupaba al gobierno canadiense. Letter of Acceptance, Proof of income. ¿Qué tan difícil es recordar ambas cosas? Para un pendejo que ya se veía haciendo cine en Canadá, tratando de ver si Halle Berry se lo llevaba a la cama aunque estuviera peda, que se veía construyendo algo en otro país… Mucho.

Como cosa hecha adrede, la fila era relativamente corta. Lo que más quería en ese momento era tiempo para pensar qué carajos decir si me preguntaban por el comprobante de ingresos. No lo había. Sí, sí lo hubo. Pero tuve demasiado tiempo. Suficiente como para llegar a varias posibles respuestas; llegar a creer que ninguna de ellas funcionaría; imaginarme regresando a Monterrey con la cola entre las patas y decirle a mi familia y amigos: “me voy hasta junio… me retacharon” para acto seguido, agarrar el pedo; encontrarme de repente agarrando a putazos al pinche koreanito con aliento mierda-oliente que se encontraba justo en mi retaguardia; verme tal cual en un aula de la VFS con una sarta de vatitos tres años menores que yo, mínimo, poniéndome en mi madre, y yo gritándoles “Nos vemos en un diplomado en México ¡pinches culos!”.

Proof of income. Regresó con una fuerza desmedida. Con una fuerza que emanaba de la claustrofóbica gran sala con una fila que ahora se me hacía eterna. Desde que me había formado habría avanzado unos cuántos espacios de humano, a lo más. Mínimo me queda una hora y media más en esta fila de vatos con ojos rasgados. No tengo nada en contra de ellos, pero es que el pinche koreanito que estaba atrás de mí no era la mejor introducción a los orientales. Proof of income. Mis dedos empezaron a humedecer la bendita Letter of Acceptance que sí traía. Puta madre.

Minutos. Hora y media. Proof of income. Dos horas. Dos horas y media. “Next, please”. En la madre. ¡¿Cuáles eran las posibles respuestas?! ¡Chingado, quiero regresar al lado del pendejo koreanito con aliento versión flatulencia! “So, why Canada?”, me preguntó un asiático-africano-francés-raro que era como un Alfonso Zayas región uno. “Well, why not? Right?” Pendejo. Pendejo. Puñetas. “Mmm, what are you studying?”, replica Alfonso-Pierre-Zayas-Lee-Murphy. “Writing for Film and TV at VFS”. “What is VFS?” Putamadre. “Anyway, do you have your L-E-T-T-E-R--OF--A-C-C-E-P-T-A-N-C-E-!-!” Lentamente, sin quitarle la mirada fija al vatito inclasificable de enfrente, saqué la Letra de Aceptación. “There ya go…”. “It´s ok, just wanted to make sure you had it…”


STOMP.
STOMP.
STOMP.

“Welcome to Canada, Mr. Mendez. Hope you enjoy Vancouver.”

Un día chingonsísimo afuera de ese lugar del demonio, me recibía. Un taxista amargado con el mundo me llevó a mi depa. Entre más me adentraba a la ciudad más me convencía de que todo, incluso el nerviosismo y el temor pre-vatito pseudohumano, había valido la pena. De las compras no hablo. Mañana le daré la oportunidad a esta ciudad de reivindicarse. Mierda. “Welcome to Canada, Mr. Mendez…” Hasta me la creo, no mames.

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Fecha original de redacción: Miércoles 22 de abril de 2009.
11:30PM