domingo, 30 de agosto de 2009

Óxido

Hoy me cayó el veinte. Desde abril (aproximadamente) del 2007 que no dirijo. No he estado lejos del ambiente de producción, del set, de los dolores de cabeza, de la adrenalina. Pero no es lo mismo. Definitivamente no es lo mismo. Hoy que dedico casi el 100% de mi tiempo a inspirarme y a escribir, a crear en papel, siento esa necesidad de dirigir.

Siento la fuerte necesidad, como si fuera heroína (que nunca la he probado, pero eso de "toma tu mejor orgasmo y multiplícalo por un millón, y no estás ni cerca", me hace pensar que es la neta) de tener mi fix; de organizar a un grupo de trabajo; de revisar el guión con el escritor y con los actores; de pasarme largas horas escribiendo y reescribiendo una shotlist, porque la historia que veía a las 10pm no es la misma a la que veo a la 1am; de tener mi Iñaki's cocktail (coca-cola y cult) por las mañanas, y seguir durante el día consumiendo café; de hablar con mis actores durante el rodaje, sin tener otra herramienta para dirigir más que mi instinto; de ver por el viewfinder, o por el monitor del videoassist, cómo aquello que imaginé, se devela ante mis ojos... vivo, totalmente orgánico.

Hoy me cayó el veinte, y neta no está chido. Próximamente es probable que haga un corto experimental con un amigo escritor, pero no es lo mismo. Esa necesidad de experimentar, definitivamente proviene de otro lugar, mucho muy diferente. Hoy supe que un amigo levantó la producción de un corto del que apenas hace un par de semanas me había contado. Eso detonó muchas cosas. Y ahora estoy más erizo que nunca. Hay muchas palabras que ya quieren dejar de serlo. Quieren ser imágenes, y les he negado ese derecho. En el momento en que logre dominar la carga de trabajo del siguiente período, juntaré a un grupo de actores, un decente fotógrafo, y a un muy buen colorista y me pondré a trabajar.

Necesito seguir puliendo la técnica y madurando el instinto.


Creo que estoy oxidado.

sábado, 22 de agosto de 2009

Let The Right One In

No tengo idea por qué le saqué la vuelta tanto tiempo a una película que, considero, es de las mejores del 2008 y lo que va del 2009. Un amigo había estado insistiendo en que la viera. Me la pasó, y por una u otra razón nunca la vi. Meses después estoy en Vancouver y no encuentro el CD en el que me pasó esa película. Decidí comprarla. Estoy contentísimo de haberla visto en un DVD original, con su home theatre y una pantalla decente. Joe, te recomiendo que la compres y la veas en un formato decente.

"Let The Right One In" es un excelente film que te mete de lleno a su mundo y te hipnotiza. Esto lo logra gracias a sus efectivas atmósferas, sus grandes actuaciones, su ritmo semilento y, obviamente, la increíble historia que se cuenta. Es una historia que no se compromete con nada, y no se autocensura. Es una historia que te agarra, te sacude y, al final, la sientes todavía... arañando tus entrañas.

La película cuenta la historia de Oskar, un niño de 12 años que es presa de los abusos de sus compañeros. Oskar fantasea con tener el valor de defenderse. Fantasea con matar a aquello que le moleste. Y entre sus fantasías y sus juegos y su soledad, una noche conoce a Eli. Eli es una niña vampiro. Se enamoran, pero se enamoran como sólo un niño puede amar: con pureza.

La película es obscura, y también apunta en cuestiones filosóficas del vampirismo. No es tan fácil a una persona que realmente tiene una variante en su esencia, presentarse ante la sociedad. Como Roger Ebert dijo, "es muy fácil andar con tu pose de chico goth, pero las cosas se ponen difíciles cuando tienes unas marcas de colmillos en tu cuello que presumir".

El director de la película no arriesgó para nada en relatar la esencia de la historia. No quizo ir por el susto barato, por el chorro de sangre gratuito, o por las tomas exageradamente macabras. Quizo relatar el drama de la lucha y la impotencia del niño que no tiene argumentos para defenderse, y encuentra un rayo de luz en una niñita vampira. Y lo logra. La película asusta cuando tiene que asustar, pero lo hace porque ya llevas a cuestas todo el bagaje emocional que ese niño y esa niña te proyectan.

Tanto Oskar como Eli somos nosotros en algún momento. O son aquellos niños a los que mirábamos desde nuestros pupitres cómo eran maltratados. O son aquellos niños a los que maltratábamos. Eso te conecta con los protagonistas, y cuando te asustas, te asustas de verdad, porque ya pasaste por eso. Ya viviste eso. El tema del outsider, del misfit, a todos nos es relacionable.