viernes, 18 de septiembre de 2009

Visitas


¿Será cierto eso de la reencarnación? No sé. Lo que sé acerca de ese concepto es que de una manera u otra muchas sociedades/culturas/religiones en la historia han teorizado acerca de ella. Conozco la nobleza inherente en el budismo, cuyos seguidores dan por sentado el viaje cíclico del alma hasta alcanzar el estado puro y de clímax: el nirvana. Sé que el concepto ha sido parte de innumerables premisas de filmes a lo largo de la joven historia cinematográfica.

Sé que la mayoría de las nuevas generaciones han crecido y están creciendo con una obsesión por lo alternativo y por diferenciarse. Entre esa obsesión, se encuentra soldada la resistencia a cierta religión. El ateísmo se ha convertido en una moda. Se ha convertido justo en lo que muchos de los ateos huían.

Sé que yo soy católico por educación y por familia. Sé que he configurado mi Jesús personal en el cuál quiero creer. Me impora un carajo la iglesia, los sacerdotes y cualquier humano e institución que crea que lleva mano en ámbitos religiosos y que imponga reglas, interpretaciones, simbolismos, etc. Y quiero creer en un más allá, en que la muerte, cómo dice el Cristo Scorsesiano: "Is not a door which closes. It is a door which opens".

Tengo pláticas esquizofrénicas con mis muertos. Les hablo y trato de imaginar qué contestarían. ¡Pero quizás no imagino! Creo que hay algo totalmente arraigado en el inconsciente colectivo mexicano que tiene que ver con una relación estrecha con la muerte. Y esto va más allá del estereotipo.

He escuchado todo tipo de historias sobre fantasmas. De pequeño, tenía una obsesión con escuchar este tipo de historias y no poder dormir por las noches. Ahora añoro esas horas de sueño perdidas. Pero esas horas en vela no era tiempo tirado a la basura. Eran horas en que imaginaba lo que había escuchado, en imágenes. También eran horas de reflexión y un prematuro análisis. Muchas de las historias que más me preocupaban y perturbaban eran las que tenían que ver con visitas de familiares muertos.

Hace algunas semanas me encontraba caminando rumbo al departamento. El ruido de la ciudad se ha vuelto aplastante considerando la cantidad de historias y personajes moviéndose y actuando en mi cabeza. Fue en esa ocasión que ocurrió algo que puedo relacionar con la visita de alguien. O al menos quiero relacionar con la visita de alguien. Venía caminando y estaba a una cuadra de llegar a mi destino cuando se cruzó por mi camino una señora que trotaba con su perro boxer blanco, con una mancha negra en el ojo derecho. Yo me quedé observando al perro porque simplemente no puedo dejar de ver a esos animales. Cuando ellos cruzaban por su cera y yo cruzaba hacia la de enfrente, ese perro me volteó a ver. Y cuando cruzamos miradas, el perro no volvió a mirar al frente. Se me quedó viendo y yo me le quedé viendo. Y el perro ya no trotaba, sólo me observaba, y alcanzabas a ver nostalgia en su mirada. De esas cosas que simplemente sientes. Así caminamos por toda la cuadra, él desatento al trote, y yo fascinado por la experiencia.

Tengo una foto en la que aparezco encarnado en un niño de 4 años junto a un pasillo que daba al patio de una casa clasemediera. Yo aparecía con una sonrisa que no me he vuelto a ver en ninguna otra foto hasta ahora: es que eran los tiempos en los que las emociones salían sin filtraje. Y detrás de mi, con una mirada nostálgica, pesada, observándome, aparecía
El Pirata, mi primer perro: un boxer blanco con una mancha negra en su ojo derecho.

Creo que si me hubieran tomado una foto hace unas semanas, mientras eso ocurría, habría repetido esa sonrisa pura y genuina.

2 comentarios:

  1. Me encantó toda la vuelta y la plática sobre el ateísmo y sobre el cristianismo y sobre el más allá, para llegar a ese instante en que tu mirada tuvo un deja'vu con otra mirada que habías tenido años atrás. Le diste mucha fuerza al relato.
    Mira que me han pasado historias similares y soy ateo, y no, no es por moda, y cuando pasan cosas así no sé qué pensar (cruce de dimensiones tal vez).

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